sábado, 19 de junio de 2010

EL MUQUI TESTIGO EXCEPCIONAL

200 obreros fueron atrapados en minas de Animón y Huarón en Pasco, y la laguna Naticocha inunda galerías”.
La noticia recorrió el mundo. La dirigencia sindical, con un sólo clamor: “¡El rescate debe continuar! ¡Pueden estar vivos!...”
Los obreros apenados se daban fuerza y aliento. Al principio, el desconcierto quiso hacer presa de todos; el Jefe de Seguridad decía tienen que organizarse en grupos de rescate e ingresaron por diferentes galerías. La ventilación aún les permitía trabajar. Caminaban de prisa sin dejar de llamar a los sub niveles, habían recorrido todo el día, no tenían ni sed, ni hambre, hasta que abatidos pidieron descansar.
El jefe aceptó la propuesta y les dió 15 minutos para ello, mientras tanto - dijo el jefe - “yo ingresaré por otra vía para ver si hay alguna señal de vida” y se fue.
Los obreros se hallaban agotados y se pusieron a descansar, mientras conversaban, dormitaban, habían apagado todas sus luces. Un silencio inundó el lugar.
Don Andrés Ramos, que parecía descansar tratándose de acomodar buscando una mejor posición, notó el resplandor de una luz, alguien caminaba lentamente, estuvo tan cerca que lo dejó asustadizo.
Le vino de inmediato a la memoria, pensó ¡El Muqui! ¿Cómo era? tenía aditamentos mineros con la diferencia que todo era pequeño, un mameluco dorado que en cada paso relucía, llevaba unos guantes dorados, en la mano derecha portaba una lamparita muy potente, la galería permanecía como de día. Mientras tanto, los demás dormían imperturbablemente.
Don Andrés Ramos, que ya había entendido el mensaje se calmó, metió la mano al bolsillo, quiso ofrecerle coca, pero el Muqui se dio cuenta de su intención, le sonrió, estaba muy alegre. Tenía unos ojos verdes, la piel blanca, unos vellos rubicundos y finos, y una cabellera rubia, con un pequeño protector color blanco y unas pequeñas botas relucientes y rompió el silencio:
- Ven - Dijo con voz ronca y se rió a carcajadas, y se oyó el eco. Tanto fue su poder que casi al instante el minero se puso de pie, divisó de reojo y los demás seguían durmiendo.
Se acercó al pequeño hombrecillo que le tenía encantado, perplejo, no sabía que hacer. ¿Cómo explicar de la misión que cumplía?
- pensó mentalmente - “No te preocupes, le dijo el Muqui - yo sé que estaba haciendo. Te voy a explicar la suerte de tus 6 hermanos que se hallan atrapados.
Andrés le preguntó: - ¿Están vivos?- El Muqui contestó: Sí, viven. Deberían de haber bajado por los sub niveles, aquí están perdidos, los ví caminar desganados. Con el poder que tengo, les hice sentar y dormir a tus compañeros.
No te preocupes, dormirán hasta que vuelvas. Dime, señor Muqui –dijo Andrés - ¿Podrías decirme qué debemos hacer?...
Que no sentía tristeza dijo tajantemente: “A esta hora ya nada, porque como hijo del cerro Montenegro, escuché conversar, con otro cerro que no quiso identificarse, y que éstas están en conflicto las dos Empresas Mineras: Huarón y Animón por nuestras venas el uno al otro no contentamos por las toneladas de riquezas que extraen, hay que castigarlos dijo el cerro; pero, el cerro Montenegro, se negó por eso me envió a mí, llegué tarde, la ira del cerro malo agitó las aguas de Naticocha, que tomó fuerzas y buscó el desembalse y lo consiguió, porque el dique ya estuvo afectado, ingresó el agua en grandes cantidades, incalculablemente”.
-¿Llegaste hasta el lugar?- “Sí, pero ellos están atrapados. Humanamente, es imposible salir, les queda muy pocas horas de vida, el agua sigue subiendo, el aire es cada vez menor. Las baterías están descargadas, conversan en la penumbra, sus voces se van apagando, tienen esperanzas que puedan encontrarlos, tratan de abrigarse con el capote. Los cuatro están sentados”.
Te ruego en nombre de todos los trabajadores, que desde hace más de catorce horas han emprendido el rescate.
“No Andrés, ya es tarde, no creo que vivan más de dos días. Aquí no hay día, todo es noche, sólo una vez en un siglo tengo la suerte de conversar con alguien”.
El Muqui le dijo: te contaré como los encontré. Enviado por mi padre el cerro Montenegro, salí velozmente.
Ya el agua inundaba y rompía los cuadros debilitados que me impedían el paso, ví una rampa y cuatro luces subían. Me pasé para indagar por otros, no hubo nadie más, volví al lugar del inclinado, subí, los cuatro conversaban, me acerqué y les interrumpí. Se asustaron por la potencia de mi lámpara, me miraban sin decirme nada, fue cuando le pregunté. ¡Ignacio! - Sí - me contestó- Tú que tienes más antigüedad, dime - ¿alguna vez, viste un hombre como yo?- pregunté. Ignacio respondió - nunca, pero mis abuelos me contaron, me dijeron que eran buenos, mejor todavía cuando les das coca y cigarrillos.
Eso es cierto - dijo el Muqui- eso le agrada a mi padre el cerro Montenegro, él es tan bueno y él me ha enviado. ¡Román! - llamó el Muqui- todo relucía, los mamelucos parecían bañados en plata, se miraban entre ellos, habían olvidado que se hallaban atrapados, sin salida.
Sí - contestó Román – alguna vez conversaste con un hombre como yo. Todos respondieron al golpe: ¡Ninguno! dijeron Fausto y Ronald. No temas dijo el Muqui.
Tomó valor Ronald y preguntó: ¿Hay alguna forma de salir?, Sí, - contestó el Muqui- pero, no hay forma de comunicarnos. Para nosotros una hora es un día, aquí todo es de noche entera y mientras voy a comunicarles, pasarán días y el agua sigue subiendo de nivel.
Fausto se puso a llorar. Vi caer sus lágrimas, que se limpiaban con las dos palmas de sus manos, que dejaba su rostro brillando. El Muqui explicó soy hijo del cerro, dependo de mi padre, igual que ustedes dependen de
los dueños de las minas. Ellos toman las decisiones con la única diferencia que ellos no temen perder. Sólo camino por sus venas y él me siente a mí.
Estas últimas palabras dejaron en la tristeza más profunda, a los cuatro que entendían el mensaje, es decir, que
estaban ya abandonados.
El Muqui, subiendo, vio a los cuatro sentarse y resignarse. Sentían que la muerte los visitaba, que la vida se retiraba. Se helaban sus cuerpos, me animé a tocarles para avisar a sus congéneres. Los vi por última vez resistirse a morir, luchando por la vida que en ustedes es muy corta, cayeron sus lágrimas, pero, ya no me dijo nada. Entonces les dije: amigos, haré todo lo posible para avisar a sus congéneres, los vi por última vez resistirse a morir, luchando por la vida, ya casi cuando partía.
Ignacio, con su voz quebrada me dijo: Hay dos compañeros que no pudieron venir con nosotros, porque intentaron salir, quizás lo hayan logrado, bien por ellos. El mensaje para mis familiares es que luchen siempre por el bienestar de todos.
Andrés, lloraba inconteniblemente. Se había alejado del grupo que se demoró horas en buscarlo. Cuando de pronto, vieron un hombre sentado cerca del borde de un pique, - allí está Andrés-, llorando se sorprendió que
sus dos compañeros le tomaron por sus hombros, abrió sus ojos y no recordaba como había caminado tan lejos.
Miró por todas partes y el misterioso personaje no dejó ninguna señal de vida. Andrés, no contó a nadie lo sucedido hasta el 23 de octubre cuando hallaron los cadáveres, tal cual había descrito el misterioso cerro Montenegro, y recién se animó a contarlo al pueblo.

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